Recorrió una vez más con su mente el
valle del olvido, hermoso, mágico, místico. Cada roca gris, cada sonido; la
corriente del agua que golpea a perpetuidad los cantos rodados que la
obstaculizan, sin éxito, como prometeos encadenados por siempre, para siempre
condenados a sufrir la lenta erosión de sus golpes.
La vida en su entorno le daba un halo
fantástico que contagiaba a toda la región. Desde el este, en el Pinar de
Lillo, junto al macizo de Mampodre, donde cantaba el urogallo y nace el Porma,
el otro río donde pasó parte de su vida y que tantas alegrías le proporcionó cuando
jugaba en sus vegas; pasando por el Lago Presente y también por el Ausente, en
los que bebían los osos y los lobos que cantaban su triste balada a la luna,
hasta Riopinos y el puerto de Vegarada, en que la vio por vez primera, durante
aquella fiesta de bienvenida a los pastores que venían de la Extremadura para
que el ganado pastara durante los veranos frescos de la montaña leonesa. Ya
estarían éstos de camino al sur con su ganado, antes de la llegada de los
primeros fríos, mientras la gente canturreaba:
Ya se van los pastores a la Extremadura,ya se queda la sierra triste y oscura [...]
Vista del Pinar de Lillo
[...] La vida en el valle se abría paso
ajena a la realidad del hombre. El agua, abundante y rica como la comida,
jugueteaba con la hierba fresca en su lento deslizar entre bucólicos riscos
plagados de águilas que flotaban contra el viento. Allí, en Vegarada, comenzaba
el Curueño su historia desde hace miles de años, cada instante, hacia el Val de
Lugueros, hacia las tolibias y más allá.
El valle del olvido: Valdelugueros bajo las rocas del Bodón
Buenas descripciones. Las fotos, guau... Son muy bellos los lugares que describes. Gracias por compartirlas.
ResponderEliminarGracias por tu amabilidad. Como puedes ver, son lugares especiales...
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