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jueves, 5 de junio de 2014

LA MEZQUINDAD DE LOS DIOSES



Hubo un tiempo en que los dioses paseaban entre nosotros y como nosotros tenían defectos, muy feos por cierto, por lo que Odiseo llegaría a plantarles cara, molesto de que se inmiscuyeran en los asuntos de los hombres, interviniendo en su favor o en su contra según sus intereses ladinos. Pero volvamos atrás y recordemos cómo fue el principio de aquel tinglado.
Todo comenzó con una de aquellas grandes fiestas que los dioses celebraban en el Olimpo, una boda entre una diosa y un humano, Tetis y Peleo. Y como en todas las bodas, la lista de invitados no incluía algunas divinidades consideradas lesivas por su carácter maléfico.
Cuando la maléfica diosa de la discordia, Eris, familiar del mismo Zeus, supo que le habían dado la espalda, se presentó muy enojada al evento dispuesta a tirarlo todo por tierra. Primero maldijo el fruto del matrimonio, que moriría en la guerra y, después, ofreció como trofeo una manzana dorada a la diosa que fuera más bella.
Esto llevó a la riña a tres de las invitadas, las tres gracias, que se disputaban el galardón: Hera, Afrodita y Atenea. Como Zeus no estaba dispuesto a mediar en esta disputa, pues eran su mujer y dos de sus hijas, decidió poner por juez a un joven mortal que, según decían, era el más bello humano, el hijo menor del rey de Troya, Paris.
Las tres diosas trataron de sobornarle: Hera le ofreció poder, Atenea destreza en el manejo de las armas y Afrodita el amor de la más hermosa mujer de la tierra, la bella Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta. El joven no pudo resistirse a sus encantos y cayó enamorado de la mujer, por lo que eligió a la diosa del amor como la más hermosa, ganándose la enemistad de las otras diosas.
Paris raptó a Helena, que había caído rendida a los hechizos amorosos de Afrodita, y seguro que también a alguno de los encantos del troyano. Claro, Menelao estaba muy enfadado, y con el apoyo de las vengativas diosas Hera y Atenea, reunió a las tropas griegas para que conquistara Troya y recuperara lo que era suyo. Y así empezó la larga guerra que Eris había augurado.
Tetis, mientras tanto, había tenido un hijo que recibió por nombre Aquiles y, para evitar que muriera en la guerra que llegaría tarde o temprano, le metió en la laguna Estigia, cuyas aguas producían la inmortalidad. Sin embargo, para meter al bebé en el agua sin que se escurriera le cogió por el talón, y sólo aquella pequeña parte de su cuerpo quedó sin el baño inmortal, el talón de Aquiles, que sería a la postre su perdición.
Aquiles murió, como Héctor, domador de caballos, y Menelao, también Agamenón y muchos otros. Quedó Odiseo vivo y harto, enfadado con los dioses por haberles manejado a su antojo, alejándoles de su hogar donde residía su felicidad. Como castigo, encima, fue condenado a vagar de isla en isla sin poder regresar durante décadas, como si fuera un español cualquiera que al encender la televisión viera día tras día lo que hacen con su vida los políticos. Porque esto, efectivamente, es una historia de manipulaciones e intrigas, más que de seres virtuosos con poderes legítimos. Porque al final, la mitología griega sigue siendo una explicación válida para el mundo que vivimos.

domingo, 4 de mayo de 2014

OHIO

Hoy, 4 de mayo, es el aniversario de la masacre de la Universidad Estatal de Kent, en Ohio.
El 30 de abril el presidente Nixon había anunciado la entrada de sus tropas en Camboya, extendiendo así la guerra de Vietnam al país vecino.
Anteriormente, en 1969 la indignación popular había crecido después de que las imágenes de matanza de My Lai dieran la vuelta al mundo, y como causa última de la preocupación creciente de los estudiantes, se había producido el primer sorteo para el reclutamiento en las tropas desde la Segunda Guerra Mundial.
Nixon, que había prometido terminar con la guerra en 1968, para salir elegido presidente, lejos de cumplir su palabra alargaba el conflicto con sus decisiones.
Así estallaron las revueltas estudiantiles a lo largo de todo el país en respuesta a la gestión de la administración de Nixon.
En la Universidad de Kent las manifestaciones empezaron el día 1. 
Después de que el alcalde declarase el estado de emergencia entró en escena la Guardia Nacional. 
Por la noche del día 2, al entrar en vigor el toque de queda empezaron los enfrentamientos al no retirarse los estudiantes. Se produjeron detenciones, se usó gas lacrimógeno y un estudiante fue herido por una bayoneta.
El día 3 había mil efectivos de la Guardia Nacional. Con la indignación de los sucesos de la noche anterior, los estudiantes se enfrentaron a los militares hiriendo a diez, a cambio de que algunos estudiantes recibieran heridas por bayoneta.
La manifestación del día 4, que había sido desconvocada por los representantes universitarios, concentró a más de dos mil estudiantes.
Un agente de policía se acercó en un jeep a los estudiantes para advertirles de que serían detenidos si continuaban. Fue recibido a pedradas. Uno de los acompañantes del policía en el automóvil fue herido y se alejaron.
A medio día volvió la Guardia Nacional y lanzó el gas lacrimógeno. Los estudiantes los devolvieron obligando a la guardia a ponerse las mascarillas. Viendo que los manifestantes no iban a retirarse, 77 hombres de la Guardia Nacional avanzaron con sus armas con las bayonetas caladas apuntando a los manifestantes.
Hubo cuatro muertos:
Allison Krause, Jeffrey Glen Miller, Sandra Lee Scheuer y William Knox Schroeder.
Cinco días después cien mil personas se manifestaron en Washington. En la Universidad de Nueva York una gran pancarta rezaba: no podrán matarnos a todos.
Las imágenes de estas muertes dieron la vuelta al mundo y la presión contra Nixon para que terminara con el conflicto aumentó.
Quisiera rendir este pequeño homenaje a aquellos estudiantes, recordándolos y poniendo esta canción que se compuso en su honor: Ohio, de Crosby, Stills, Nash & Young
https://www.youtube.com/watch?v=hkg-bzTHeAk

miércoles, 26 de febrero de 2014

El Glorioso

Don Pedro Mesía de la Cerda era un infante cuando sobrevivió al desastre de Passaro.
Quién lo iba a decir, que aquel Guardamarina que sobrevivió a la carnicería del San Felipe, el Real, descrita en El Monje de Hierro, se convertiría en Teniente General de la Real Armada y Virrey de Nueva Granada años después. 
Todo un héroe de nuestra patria que, sin embargo, ha caído en el olvido del común, ya que hoy en día parece ser que es malo sentirse español y cantar las gestas de grandes hombres que bajo nuestra bandera sangraron, y por ello se prefiere mirar a otro lado antes que reconocer que, en realidad, este país está lleno de héroes y que los necesitamos hoy más que nunca, aunque sean anónimos.

Corría 1747, durante la Guerra de Asiento, también llamada de la Oreja de Jenkins, cuando se le ordenó a Don Pedro, quien por entonces ya era Capitán de Navío, regresar a España desde América a bordo de El Glorioso, transportando cuatro millones de pesos de plata. Al principio el viaje fue tranquilo, pero no habría de serlo siempre, pues los ingleses conocían la existencia de este tesoro y no estaban dispuestos a permitir que España se nutriera de él regenerando las arcas del Rey Católico.
El 25 de julio el Glorioso encontró en su carrera hacia España la presencia de diez buques ingleses entre los que había tres de guerra: el Warwick de 60 cañones y la fragata Lark, de 40, además de un bergantín de 20.
Comenzó la persecución. El navío español, de 70 cañones se mantuvo a barlovento para proteger la carga mientras que el bergantín, más rápido, se acercaba y lanzaba su primera andana contra la popa a eso de las 9 de la noche.
Sabiendo que era un riesgo hacer frente a los tres buques don Pedro decidió transportar cuatro cañones de gran potencia a la popa y de este modo impidió que el bergantín se acercara demasiado ante los disparos amenazadores del navío español.
Un intercambio de golpes poco certeros se produjo durante toda la noche entre los dos navíos, pero la cosa se complicó a partir de la mañana siguiente, cuando los otros dos se unieron a la fiesta y el bergantín se alejó para proteger a los siete mercantes que estaban escoltando los buques de guerra.
A medio día llovió y el glorioso quedó sin viento a favor, de modo que se volvió hacia estribor para presentar batalla. El Lark sufrió duros cañonazos que le dejaron muy dañado el casco y el aparejo.
Entonces viró en redondo el navío español para disparar al Warwik, que ya le estaba tomando la distancia para disparar. Hacia las 2 de la noche comenzó el combate. Tras hora y media de andanadas el navío inglés quedó sin el palo mayor, viendose obligado a la retirada.
El navío español había sufrido 5 bajas y 44 heridos, algunos daños en el aparejo y en el casco, y de la Cerda sabía que podría haber vencido al navío inglés de perseguirle, pero temiendo la presencia de más navíos ingleses en la zona decidió continuar pensando en el bien del cargamento y de sus hombres.
Algunos daños fueron reparados de camino a España, otros necesitaban ser reparados en un puerto y aún le quedaba un buen trecho para llegar a Galicia.
El 14 de agosto se topó con tres navíos ingleses: el Oxford, de 50 cañones, la fragata Shoreham y el bergantín Falcon, de la escuadra de John Byng, a quien de la Cerda recordaba de Passaro.
Después de tres horas puso en fuga a los ingleses. Perdió el bauprés y a 9 hombres más, pero consiguió llegar a Corcubión dos días después dejando el cargamento a salvo. 
Después de los arreglos más imprescindibles De la Cerda salió para El Ferrol, pero los vientos contrarios le obligaron a poner rumbo a Cádiz tratando de alejarse de Portugal para no encontrarse con los navíos ingleses que patruyaban aquellas aguas.
El 17 de octubre se encontró con cuatro fragatas corsarias en las proximidades del Cabo San Vicente. El buque español los mantuvo a raya causándoles fuertes daños. Un quinto navío se unió a la fiesta, el Darmouth, de 50 cañones, y de nuevo se inició un duro combate que sólo terminó cuando la santabárbara inglesa saltó por los aires por los cañonazos españoles, muriendo en la deflagración el capitán y 325 hombres. Tan sólo 11 marineros y un teniente sobrevivieron al naufragio. 
La fragata King George también quedó inutilizada y las otras tres fragatas continuaron persiguiendo al navío español, que seguía su rumbo hacia Cádiz, pero al día siguiente la Russell de 80 cañones, también se unió al combate y entre los cuatro navíos acribillaron al Glorioso, que aguantó toda la noche, infringiendo daños a los ingleses, hasta que al amanecer del día 19, ya sin munición, desarbolado, a medio hundirse y con 33 muertos y 120 heridos, Pedro Mesia de la Cerda rindió la nave viendo imposible la defensa.
Fueron llevados a Lisboa donde el Glorioso fue inspeccionado para unirlo a la Armada Inglesa, pero tantos daños tenía que tuvieron que desguazarlo. Los españoles apresados fueron a Londres, donde fueron tratados con honor y admiración, mientras que muchos de los capitanes ingleses fueron expulsados de la Armada acusados de incompetentes.
A su vuelta a España De la Cerda fue ascendido y los marineros españoles recibieron el merecido reconocimiento.
Y ahora, decidme. Después de todo ésto ¿Realmente os parece heroico lo de la película Master and Commander? 
Bien merece una película el Glorioso, historia pura de nuestra Armada, un navío de héroes que nadie debería olvidar. Un recuerdo para ellos, nuestros héroes.

miércoles, 22 de enero de 2014

El Mariscal que se fue de España

"Las memorias son comúnmente tan tediosas al principio, por el recital de genealogías, accidentes insignificantes acaecidos durante la infancia, y relaciones minuciosas (apenas en condiciones de ser contadas al más intimo amigo), que no sólo resultan desinstructivas para el lector, sino también repugnantes para aquellos que desean emplear su tiempo de forma útil. Deberé, por lo tanto, empezar por la muerte de la Reina Ana, momento en el cual era joven, 17 años de edad, y era capaz de juzgar un poco el estado del Reino de Escocia y las inclinaciones de sus gentes..."
James Keith: A Fragment of a Memoir of Field-Marshal James Keith, written by Himself, 1714-1734; edited by Thomas Constable for the Spalding Club. Edinburgh, 1843

Así comienzan las memorias de uno de los mayores cerebros militares del siglo XVIII, el Mariscal de Campo al servicio de Prusia James Edward Francis Keith y, a título personal, considero que este comienzo debería ser grabado a fuego en la frente de todo aquel que sigue la oferta televisiva del orden de Gran Hermano, Corazón Corazón, Sálvame y demás bazofia rosa o basura mediática en general, que ha sido creada para moldear el carácter conformista de sus televidentes mediante un velo de entretenimiento.

James Keith es uno de los personajes secundarios de mi libro, El Monje de Hierro, aunque en varios capítulos se convierte en personaje principal al igual que su hermano, George Keith, el Conde Marischal.
Como tantos otros en Escocia era presbiteriano, pero supo dejar la religión a un lado y se comportó como un gran patriota, declarándose ferviente jacobita, razón por la que fue perseguido por los diferentes gobiernos del recién creado Reino Unido (La unión de Inglaterra y Escocia se aprobó en 1707 pese a la amplia mayoría de población escocesa, contraria a la pérdida de su independencia).
Pero hoy no me voy a detener en los acontecimientos que se relatan en mi libro para no desvelar sorpresas que podrían sonar más a novelescas que a históricas y que cuento tal cual las vivieron sus protagonistas y, que diablos, al fin y al cabo, El Monje de Hierro es una novela, histórica, pero novela.
Voy a ir más allá, al momento posterior, cuando arribó a España por segunda vez después de mil y una peripecias.
Después de su llegada a Madrid en julio de 1720 se presentaron los hermanos Keith ante el Ministro de la Guerra, Miguel Duran, para pedir que se hiciera efectiva la patente que les había sido concedida por los servicios prestados a la Corona de España durante el Levantamiento de 1719. Desgraciadamente las patentes las habían destruido ellos mismos cuando fueron detenidos en Sedan, para que no les incriminaran y les condujeran directos a la horca acusados de alta traición al Rey Jorge I de Inglaterra.
El depuesto Ministro Alberoni había mantenido estas comisiones en secreto ya que la operación era encubierta y cuando huyó del país por la puerta de atrás debió quemarlas con una gran cantidad de documentos que le hubieran podido llevar a la muerte y no al destierro. Por la ausencia de pruebas de estas comisiones no les fueron concedidas a los hermanos Keith aunque tenían derecho a ellas.
Al fin, después de meses en los que tuvieron que vivir de la caridad de algunos amigos, le fue concedido el grado de Coronel a James Keith, pero sin un puesto en regimiento alguno y el joven militar tuvo que sobrevivir como pudo, astiado y confundido, hasta que el Almirante George Cammock, al servicio del Rey Felipe, le acogió en su casa.
En 1721 el MInistro de la Guerra, Miguel Durán, fue encontrado culpable de malversar los fondos destinados a la campaña para defender Ceuta de los ataques moros de 1720, algo no muy diferente a lo que hoy en día sucede, y es que en España las cosas no han mejorado en tres siglos, perros diferentes con el mismo collar...
De este modo, James trató de sondear al nuevo Ministro, el Marqués de Castellar, y la situación no fue mejor con él.
Al final decidió marcharse de España en 1722 ante la falta de oportunidades cuando comprendió que siendo protestante nunca tendría un puesto de responsabilidad en las tropas del Rey Católico, y es aquí a donde quería llegar, porque esa triste realidad de un gran militar sigue repitiéndose una y otra vez en este país de pandereta. Un hombre apto, lleno de ganas y conocimientos, en España se pudo echar a perder, igual que se pierden tantas personas aptas porque no son primos de alguien, o no son pelotas, porque estaban paseando por el pasillo equivocado, o simplemente porque alguien de RRHH elijió su nombre al azar. 
Así es que grandes profesionales se pierden mientras otros muchos que son mediocres se agarran a sus sillas y agachan las cabezas para quedarse, madrecita, como están, porque no dan para más o, en el caso de que sí puedan darlo, sepan que no van a tener una oportunidad para mejorar. Y eso sucede en la política, donde el nivel es bajo tirando a muy deficiente (El conocimiento del inglés debería estar entre los requisitos obligatorios para ocupar un puesto de responsabilidad en la administración, entre otras muchas cosas), tanto como en empresas, grandes o pequeñas: no importa que seas apto o no, sólo importa que estés en la media, que seas mediocre, que seas como todos, porque si destacas le caerás mal a alguien que te intentará pisar y seguramente lo conseguirá.
Qué les puedo decir que no sepan. James Keith volvió una vez más a España cuando se intentaba recuperar Gibraltar en 1726, pero ya no quiso volver a servir a España cansado de que le ningunearan. Entró al servicio de Rusia primero y de Prusia después, y fue allí donde se convirtió en Gobernador de Berlín y en Mariscal de Campo siendo aún hoy recordado en Alemania por sus grandes dotes militares. 
James Keith murió en el campo de batalla de Hochkirch, durante la Guerra de los Siete años.
Un gran hombre que se merecía de mi este pequeño homenaje. Pudo haber sido un gran general español, pero por motivos ajenos a sus aptitudes terminó en Prusia. Una lástima, como cada día que se enciende el telediario en este santo país, donde nunca cambia nada.


File:Generalfeldmarschall Keith (Pesne).jpg
James Edward Francis Keith, 1696-1758