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lunes, 11 de noviembre de 2013

El cilindro de agua


Cuatro mil lubinas daban vueltas dentro de un cilindro de cristal lleno de agua de mar constantemente, sin saber a dónde iban. Todas se dirigían en el sentido de las agujas del reloj, como si una fuerza las impulsara hacia el futuro, para ganar tiempo al tiempo en su carrera hacia la siguiente vuelta, siempre adelante, sin jamás estresarse, porque no recordaban de dónde venían, ni a dónde iban; sólo que sus compañeras estaban al lado, recorriendo su mismo camino, quizá compartiendo su destino, y todas debían hacer lo mismo, porque el instinto les decía que no debían separse para protejerse de los depredadores, sin recordar que no estaban en el mar a la vista de los peces más grandes. Tan sólo tenían tiempo para pensar:
-Que hoy no me toque a mí, que se coman a otra lubina, sigue a delante, que algo de comida aparecerá, no debo separme del resto.
Y cada cierto tiempo los cuidadores del cilindro les echaban algo con lo que alimentarse, saciando a las cuatro mil lubinas durante un tiempo, mientras ellas seguían su camino sin jamás recordar ni tan siquiera haber comido un par de vueltas más allá.
Entonces, una noche oscura entre vuelta y vuelta algo cambió. De entre las cuatro mil una de las lubinas, que había recibido una mutación que le permitió desarrollar cierta inteligencia, tan sólo una, se preguntó:
-¿Hacia dónde vamos? Las sombras que se ven ahí fuera me resultan familiares, diría que estoy dando vueltas y quisiera nadar en otra dirección, quisiera encontrar una vida mejor. Aquí no hay más depredadores que los dos cuidadores que se asoman a tirarnos comida y, de cuando en cuando, se llevan a unas cuantas de nosotras y las sustituyen por otras ¿Por qué he de rendir cuentas y hacer lo que le viene mejor a esos seres malvados, que nos dan de comer para engordarnos y sacarnos después para alimentarse de nosotras?
Entonces observó que sus compañeras seguían haciendo lo mismo mientras se decían:
-Que hoy no me toque a mí, que se coman a otra...
Comprendió que sus compañeras nunca harían nada para cambiar algo, pues, la excusa de estar juntas sólo servía para protegerse con el cuerpo de las demás, y no para defenderse juntos de las amenazas. Si ella no hacía nada al respecto, ninguna de sus compañeras lo haría. 
Entonces, dejó de nadar.
-¿Qué haces? Me estreso, me estreso ¿Qué haces? Sigue nadando...- empezaron a protestar las demás, que siguieron con sus preocupaciones, en la misma dirección de siempre mientras la lubina valiente gritaba:
-Esperad, compañeras, escuchadme...
-Pero nadie se paró y comenzaron a tropezar unas con otras, produciéndose una gran confusión en la que nuestra valiente lubina recibió tantos golpes por las compañeras que la atropellaban, que finalmente murió, y fue a parar a la superficie de donde los cuidadores la sacaron al día siguiente. En sus últimos instantes la pena la carcomió, sabiendo que el destino de su especie siempre sería el mismo, servir de alimento a sus cuidadores, algo que ninguna lubina estaría dispuesta a cambiar.
Sin embargo, una idea quedó sembrada en la mente de algunas lubinas, que empezaron a plantearse cómo podrían salir de allí...
Cilindro de lubinas de Loro Parque, Tenerife


Así es este gran cilindro llamado España, en el que nuestros cuidadores banqueros, sindicatos y políticos, se alimentan de nosotros sin poner su poder económico, su vagancia y su partitocracia en riesgo, dándonos unas migajas para tenernos atados, mientras los españoles decimos estar hartos, pero sin jamás dejar de nadar y plantar cara realmente, pensando en las cosas que supuestamente tenemos que perder, sin preocuparnos de los compañeros que nadan a nuestro lado, porque lo único que nos importa es que no nos toque a nosotros y pensamos que algo malo habrá hecho el compañero para merecer sus desgracias, y si en realidad no hizo nada, tampoco importa, porque los demás siguen dando vueltas y haciendo chistes... o diciendo frases como:
-Es que todo está muy mal, madrecita que me quede como estoy-. Eso, cuando no intentamos hundirla nosotros por pura envidia.
Y me pregunto:
¿Dejaremos que una lubina inteligente llegue a cambiar las cosas si está preparada para hacerlo o, por el contrario, nosotros mismos la atropellaremos para que todo siga igual en nuestro cilindro de agua salada?
Necesitamos una nueva generacíon de personas en el poder que cambien las cosas, que no piensen en el interes del partido, en subvenciones estatales o de otros países, intereses partidarios de regiones, o riquezas personales, si no en el interés general. Necesitamos que alguien nos de ejemplo, porque, no os engañeis, la clase política, es un espejo de nosotros mismos, y lo que odiamos ver en ellos es la parte de nosotros que nos perdonamos, porque el mundo es para "listos"; tantos chorizos hay en el poder como los hay en las clases más bajas. Si no, tomaros la molestia de dejar de nadar un momento, lubinas, y mirad alrededor. 
Es hora pensar y buscar caminos para mejorar, para que podamos dejar un camino sólido a las generaciones futuras, y no lleno de parches como hasta ahora, parches que habrá que arreglar con tu dinero una y otra vez.