[...] Observando su valor Gaztañeta habló a sus hombres:
—¡Mirad bien! ¡Esos son los hombres de don Miguel de
Sada! ¡Esa es la sangre que corre por nuestras venas! ¡Están luchando por
nosotros! ¡Están muriendo por nosotros! ¡Y a la menor oportunidad deberemos de
corresponderles! ¡Que no se pague el valor con otra determinación diferente a
la suya! ¡Que sepan de lo que somos capaces! —la escuadra inglesa ya se
acercaba al San Felipe, el Real, mientras el Almirante Byng seguía luchando
contra La Sorpresa. Gaztañeta continuó.
—¡Ahí vienen esos perros ingleses dispuestos a
mandarnos al fondo del mar! ¡Pues bien! ¡Yo os digo que si es ese nuestro
destino lo venderemos caro y antes de besar nosotros las aguas del
Mediterráneo, besarán ellos el fuego de nuestros cañones! —enardecidos por la
arenga del Capitán General los soldados gritaron presos de la emoción y de los
nervios previos al combate. Dos navíos estaban casi encima. Por su calado diríase
que tenían idéntica potencia de fuego que la capitana, exceptuando el detalle
de que le doblaran en número.
—¡Preparad las andanas! —El primero entró por estribor—.
¡Aguantad a mi orden! —gritó de nuevo Gaztañeta.
Mientras tanto, el buque inglés soltó la primera
descarga por la aleta. Las astillas saltaron por los aires y los primeros
hombres comenzaron a gritar por sus heridas.
—¡Aguantad aún! —insistió Gaztañeta, esperando tenerlos
completamente al costado— ¡Fuego! —gritó por fin.
El Real San Felipe golpeó de lleno al buque inglés que
se vio obligado a bracear en facha provocando grandes daños en las velas debido
a los golpes de viento por el lado contrario al natural.
En ese instante, el otro buque entraba por barlovento
y esta vez la andanada fue mortífera para varios marineros, que saltaron por
los aires mientras las astillas de la madera herían a otros tantos. Varias
brizas se rompieron y la mesana recibió el impacto de dos balas que la
partieron dejándola inútil. Al lado de ésta, Gaztañeta resultó ileso y
permaneció inamovible, lo que enardeció a sus hombres al comprobar su firmeza
estoica junto al palo alcanzado sin recibir daño alguno.
—¡Esperad de nuevo! —contuvo a sus hombres, aguardando
el momento preciso para tener al buque inglés al costado y recibirlo con una
selección de disparo mejor que provocara grandes daños.
—¡Fuego ahora! —el Real San Felipe respondió con
idéntico resultado al del navío inglés, golpeando de lleno la mesana y
rompiendo cabos de labor aparte de segar la vida de varios tripulantes.[...]
Hoy se cumple 295 años de la batalla de Cabo Passaro. Sirva este pasaje basado en hechos verídicos para recordar a nuestros compatriotas, antepasados que se desvivían para hacer realidad los deseos de los políticos de España. Entonces, como ahora, unos mandaban y otros sangraban...
¡Va por vosotros!
Que buenísima pinta Jesus. Quiero un ejemplar firmado en cuanto lo publiques.....
ResponderEliminarNacho.
Cuenta con ello, Nacho. Un abrazo y gracias por tu comentario.
Eliminar